VIDA Y OBRAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ

Parece un sino insuperable en la vida de Fray Juan: no conocemos ni el mes, ni el día de su nacimiento. Ni el mes, ni el día de su entrada en el Carmelo; ni el día de su profesión, ni el de su ordenación sacerdotal; tampoco el de su primera misa. Vamos a adentrarnos brevemente en la vida de Juan, un hombre para tres apellidos:

1542-1563 Juan de Yepes Álvarez

1563-1568 Juan de Santo Matia

1568-1591 Juan de la Cruz.

Un arco de 49 años, que vamos a intentar presentar simplemente con una intención: que a todos os queden muchas ganas de adentraros a conocer a este hombre y todo lo que él nos dijo de su experiencia de Dios y del ser humano.

Infancia y Juventud

Nace Juan de Yepes en un hogar humilde. Sus ojos se abren a la luz en un ambiente de pobreza y trabajo, es el año 1542.

Su niñez está marcada por la muerte prematura del padre, Gonzalo de Yepes, quien tras larga enfermedad, deja a Catalina, sola y sin amparo, aunque lo buscó entre los parientes ricos del difunto marido, quienes no aceptaron la decisión del sobrino de casarse con Catalina; lo tomaron como una deshonra para la familia. Poco después, muere uno de los hijos, Luis, probablemente de hambre. Catalina lucha por sacar adelante a los suyos, pero lo único que en Fontiveros puede hacer es prolongar el hambre y así, después de pasar tres años en Arévalo, sin conseguir solucionar la situación, llegan a Medina del Campo, que si bien para estas fechas 1551 ha perdido el esplendor de antaño, sigue siendo centro comercial de Castilla, de España y en algunos aspectos, hasta de Europa. Medina gira en torno al gran comercio de la seda; precisamente, a tejer seda se dedicaba su madre y su hermano Francisco.

Se establecen en Medina, en donde, aparte de ofrecer mejores perspectivas de trabajo, podrán encontrar para el pequeño Juan una plaza en el Colegio de la Doctrina, donde es recibido como huérfano y pobre de solemnidad. Es un verdadero internado donde se les alimenta, viste, enseña las primeras letras y se les prepara, mediante el aprendizaje de algún oficio, para un honrado porvenir.

En este tiempo, hace de monaguillo en el convento de la Magdalena. Sabemos que Juan no tuvo mucho éxito en el aprendizaje de oficios manuales; sin embargo se muestra muy capacitado para el estudio y ya desde el principio le apasionan los libros.

Muy pronto, se interesa por el muchacho Juan, D. Alonso Álvarez de Toledo, fundador del hospital de las Bubas. Un triple quehacer ocupa las horas del adolescente Juan: el oficio de enfermero, el de colector de limosnas para el hospital y el estudio. Asiste a las clases que puede en el colegio de la Compañía.

Lo ven moverse solícito atendiendo a los enfermos. Enfermos que, a veces, son traídos al hospital por su hermano Francisco. Así el enfermo pasa de las manos de Francisco a las de Juan, manos acariciadoras de menesterosos, como si los dos hermanos, huérfanos y pobres desde niños, saboreadores de tanta hambre, lágrimas y desamparo rezumasen para los demás lo que ellos no tuvieron…

Nos encontramos después, al joven Juan de Yepes con 21 años, su servicialidad, su entrega a los demás, su responsabilidad en los estudios, su piedad sincera. Ello hace que el director del Hospital piense en la posibilidad de que se ordene de sacerdote, y así se haga cargo de su capellanía.

No son esos los pensamientos de Juan. Él tomará la decisión de su vida en libertad y, lejos de pensar en solucionar la situación de pobreza de los suyos, un día, sin decir nada a nadie se va al convento de los Carmelitas que hace unos años han fundado en Medina y pide ser admitido en la Orden. Una idea le guía en su decisión: el amor a la Virgen María, cuya protección ha experimentado en muchos momentos de la vida. En la Orden del Carmen tomará el nombre de Fray Juan de Santo Matía.

En su camino de estudio hacia el sacerdocio, Juan es enviado a Salamanca. Entra, pues, Fray Juan en la Universidad de Salamanca en el curso 1564-1565. Serán cuatro cursos los que haga aquí. Son los días más gloriosos que ha vivido la universidad. Está nada menos que el maestro Fray Luis de León.

Ya estudiante en Salamanca, Fray Juan tiene fama de santo. Se ha ganado esta fama por su vida austera, mortificada y recogida. Pasa mucho tiempo en oración, y estudia como ninguno. Y es que Juan no ha ido al convento para facilitarse la vida, ni para huir de la pobreza. Al revés, la pobreza que le toco en suerte desde la cuna, no ha herido su vida; quizá, porque su madre lo rodeó de amor y ternura, y ello hizo que Juan, por amor a Cristo, fuera capaz de asumir un camino de pobreza y desasimiento.

Encuentro con la Madre Teresa

Este encuentro, decisivo para ambos, tiene lugar en Medina, donde Fray Juan ha venido para cantar la primera misa,- corre el año 1567-. Tampoco sabemos el día en que se encuentran, puede que sea entre septiembre y octubre. La Madre Teresa, con 52 años, está viviendo en la plenitud de su vida humana y de su proceso espiritual; Juan con apenas 25. Antes del encuentro la Madre Teresa ha sido informada por un condiscípulo de Fray Juan, de que este frailecillo de menguada estatura, es un gigante en la virtud. Teresa le expone sus planes y sus deseos, de comenzar entre los frailes el mismo estilo de vida que ha comenzado con las monjas. Fray Juan le escucha y conectan, pues él lleva en el corazón deseos de una vida más entregada. Sólo una cosa le pide Fray Juan a la Madre Teresa: que no se tarde mucho en comenzar. Tiene prisa Fray Juan, siempre tendrá prisa, cuando se trate de servir a Jesús. Un día el mismo Jesús le preguntará ¿Qué quieres que haga por ti, a cambio de todo lo que me sirves? Juan contestará sin dudar: Señor, sufrir y ser despreciado por ti…

Al año siguiente, 1568, Fray Juan da por terminados sus estudios en la Universidad de Salamanca y regresa a su convento de Medina. De nuevo se encuentra aquí con la Madre Teresa, quien no ha olvidado las prisas de su “senequita” (así le llamará cariñosamente la Madre). Le comunica que ha encontrado una casa, como casi todas las que encontró la Madre Teresa. Hay otro fraile dispuesto para la nueva empresa: el P. Antonio de Heredia, un fraile bien plantado, que al decir de la Madre Teresa no le falta un “pero”. Cuentan las crónicas, que después de encontrarse con Fray Juan la Madre Teresa dijo a sus monjas que le ayudaran a dar gracias a Dios pues ya tenía fraile y medio. Tal vez pensemos que el medio era Fray Juan por su menguada estatura. Pues es exactamente al revés. Bien segura estaba la Madre de su joven adquisición; del P. Antonio dudaba más: él era el medio fraile…

Antes de iniciar el nuevo camino, Fray Juan hace su noviciado junto a la Madre Teresa. Desde Medina parte la Madre para la fundación de Valladolid. Le acompaña Fray Juan. Serán días de aprendizaje del “estilo de hermandad y recreación” que la Madre Teresa está imprimiendo en sus conventos de monjas. Quiere que los frailes aprendan el mismo estilo. Se trata de la identidad carismática que la Madre Teresa ha recibido para bien de la Iglesia. Estos días tiene lugar un episodio

entrañable para la Madre Fundadora. Fray Juan se prueba el hábito pardo de Carmelita Descalzo, que con su capa blanca y sus pies descalzos ofrece a la Madre la primera figura de su obra entre los hombres que está a punto de nacer…

Duruelo

Poco es lo que la Madre Teresa ha podido darle para la fundación de Duruelo: unas estampas de papel y unos dineros. Con la ayuda de un hermano lego, emprende Juan el camino a Duruelo. Pronto estará terminada la acomodación de la casa. Será el 28 de Noviembre de 1568 cuando se celebre la solemne inauguración. Será en este momento, cuando Fray Juan de Santo Matia cambie su nombre por el de Juan de la Cruz.

Formador de Descalzos

Duruelo, Mancera Pastrana. Se inicia desde ahora una vida de continuo movimiento para el P. Juan. Será el apoyo esencial para la obra iniciada por la M. Teresa. En todos estos lugares, la mano de Fray Juan de la Cruz se revela segura en el acompañamiento a los nuevos jóvenes que se van apuntando Al nuevo ideal de vida, diseñado por una mujer, y que Juan ha aprendido a su lado. A él le tocará darle ese toque distinto, pero necesario, por ser para hombres.

Confesor de la Encarnación

No perdamos de vista que en este momento Juan tiene 30 años.Es el 6 de Octubre de 1571, cuando la Madre Teresa es enviada como Priora al Monasterio de la Encarnación. Una obediencia costosísima para la Santa, pero ante un amoroso requerimiento del Señor, ahí está Teresa. Volver a esa barahúnda de casa, con más de 180 monjas, acostumbrada ya a sus palomarcitos, tuvo que ser un choque brutal. Pero ella está dispuesta a ayudarlas y para ello nada mejor que pedir a fray Juan de la Cruz que venga como confesor. Permanecerá Juan de la Cruz, de 1572-1577, en un fecundo apostolado, entre las monjas de la Encarnación. Serán los dos, Teresa y Juan, los artífices del cambio que se operará en esa casa. La Madre, desde dentro, y Juan, desde fuera conseguirán hacer de esa barahúnda de casa un cielo. Será también en esta época, cuando la relación entre los dos logre su mejor y mayor grado.

Contiendas entre Hermanos

Sería importante detenernos un poco en el momento social y eclesial para entender algo de lo que realmente aconteció, y pilló al P. Juan en medio. Los calzados empiezan a no ver con buenos ojos ese florecimiento de los descalzos. Todo se va a complicar rápidamente; por otra parte, hoy nos resulta difícil entender, pero en aquel tiempo el poder real tenía autoridad sobre la Iglesia y la Vida Religiosa. Esta clave nos permite entender en alguna medida la situación.

Juan, el primer descalzo, es cogido por sorpresa de la casita donde vivía al lado de la Encarnación. Para entonces, la situación hacía imposible que los descalzos pudiesen vivir con los Calzados. Juan es apresado, lo retiran del mundo y nadie sabe dónde lo han llevado. Hay sospechas de que está en Toledo, pero sólo eso, sospechas. Serán 9 meses de total aislamiento y de dura prisión para Fray Juan. Sus secuestradores intentan en un principio reducir la férrea voluntad de Fray Juan y le ofrecen un buen Priorato y una cruz de oro, a lo que fray Juan, insobornable, contesta: “Quien busca a Dios pobre y desnudo, no ha menester cruces de oro”.

Una no puede menos de preguntarse si de verdad sus hermanos los Descalzos no pudieron hacer nada más por el “santico” de Fray Juan. La Madre Teresa llega, incluso, a escribir al rey, pidiendo ayuda. Es la única voz que se levanta para pedir justicia. Esos nueve meses de Juan en la prisión fueron terribles. El lugar era tan angosto, que no cabía tendido en el suelo, cuan chico era. Vamos, un secuestro como los de ahora. Esta experiencia marcará un antes y un después en la vida de Juan.

Son meses duros y a la vez muy fecundos. En la cárcel nace el cantor de la hermosura de Dios. También es verdad que, primero hubo de pasar por la “noche”, en su más profunda soledad: “En una noche oscura con ansias en amores inflamada…”Nunca sabremos si Juan hubiera escrito los mismos poemas de no haber pasado por esa dura experiencia de prisión. En el límite más grande, se rompe en fray Juan todo muro de contención para expresar de la manera más bella, cuanto ha descubierto de Dios y del hombre. Es sobrecogedor leer Cántico y ver cuánta belleza de paisaje corre por esos versos, estando rodeado de cuatro paredes sucias, y malolientes: Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura…. Oh bosques y espesuras, plantadas por la manos del Amado, oh prados de verduras de flores esmaltado, decid si por vosotros ha pasado…. O aquella otra que dice: Qué bien se yo la fonte que mana y corre aunque es de noche…Aquella eterna fonte está escondida, qué bien se yo do tiene su manida, aunque es de noche…

Está dispuesto a terminar sus días en la cárcel. Después de 9 meses de aislamiento, -aislamiento que se han encargado de hacérselo todavía más duro de lo que ya supone la privación de libertad y en las condiciones que hemos dicho-, le hablan a la puerta de su carcelilla que la reforma del Carmelo ha terminado. Le dicen que los frailes Descalzos han abandonado el intento y que todos están en los conventos de los Calzados. La misma Madre Teresa vive en uno de sus conventos, olvidada ya de sus fundaciones. Todos han claudicado; sólo queda él, rebelde y contumaz y terminan diciendo: “enterrémosle, que nadie preguntará más por él…” El día de Nuestra Señora, 15 de Agosto, fray Juan siente que debe huir. El Señor y su Madre le han de ayudar. Está seguro. Prepara cuidadosamente su huida y probablemente en la noche del 16 al 17 de Agosto logra huir de la cárcel. Encuentra el convento de las Hijas de la Madre Teresa, y allí se refugia. Nueve meses a pan, agua y sardinas, -a veces sólo media-, dejan su huella en cualquier persona, por más joven que sea; cuanto más, en Fray Juan, sabedor desde niño de escasez y pobreza. Las monjas le cuidan, le ponen al día de cómo están las cosas y le ofrecen unas peras con canela; no estaba para más.

 Poesías que escribió en la cárcel:

Qué bien se yo la Fonte

Romance sobre el Evangelio In principio erat Verbum, acerca de la Santísima Trinidad.

Super flumina babilonis.

Gran parte del Cántico Espiritual

De otras hay diversas opiniones, como por ejemplo de la Noche o del Pastorcico.

Cuando vayamos comentando sus obras os daremos más información.

La Descalcez sigue trabajosamente su marcha y, ante los acontecimientos adversos en que se ve inmersa, convoca una reunión capitular en Almodóvar del Campo en octubre de 1578. Allá va Fray Juan de la Cruz, todavía convaleciente de su paso por la cárcel. Es destinado a Andalucía, y allí se encamina, a cumplir la misión que en el capítulo le han encomendado como Prior del Calvario (Jaén). Le costará a Fray Juan acomodarse a Andalucía. Se siente como en un extraño puerto, pero terminará amando entrañablemente a esta tierra. Del Calvario pasará a Baeza, Granada. Será el hombre viajero, el caminante. Alguien ha tenido la paciencia de documentar en Kilómetros los viajes del Santo, desde su juventud hasta sus últimos días, para concluir que se podría hablar de unos 27000 Kms., en total los que hizo.

Por fin, el 22 de Junio de 1580, siendo Papa Gregorio XIII, se consigue la separación definitiva de Calzados y Descalzos. A partir de ahora, podemos seguir a Fray Juan interviniendo en reuniones y capítulos de gobierno de la Provincia y de la Orden como Vicario Provincial de Andalucía, recorriéndola y llenando los caminos de coplas y canciones. Como Pro-Vicario General, en circunstancias difíciles, y teniendo que pronunciarse en temas muy delicados. De nuevo, va a saber lo que significa verse marginado y echado a un rincón, como un andrajo viejo…

Un último encuentro viven Fray Juan y la Madre Teresa. Aconteció el 28 de Noviembre, por la tarde de 1581. Casualidad, o providencia, hacía trece años que este mismo día, 28 de Noviembre, comenzaba en Duruelo la vida de los Carmelitas Descalzos. Esta vez, hace Fray Juan un largo camino, desde Baeza hasta Ávila. Viene con la ilusión de llevarse a la Madre, y para ello ha preparado el viaje con cariño y la mayor comodidad posible. Nos hubiera gustado otra despedida entre ambos, pero la historia es la que es. Tal vez es mejor así: la despedida de dos santos que han de vivir, cada uno, su propio calvario. Todavía le espera a Fray Juan, igual que a la Madre Teresa su particular pasión…

La hora de volver a vivir en Castilla suena para Juan de la Cruz en 1588, 10 años ha pasado en Andalucía. Viene con grandes responsabilidades de gobierno, pronto entre los mismos Descalzos surgirán graves diferencias que los van a enfrentar, de nuevo Juan de la Cruz en medio del conflicto, teniendo que tomar partido…

Nada hemos dicho, y creo que es fundamental en la vida de San Juan de la Cruz, su apostolado de acompañamiento espiritual. Aquí el Santo se revela como maestro, y es, quizá, una de las mayores aportaciones que deja su magisterio, pues sus escritos no pretenden otra cosa que acompañar, conducir a las personas por los caminos interiores, hasta que lleguen allá “donde ya no hay camino”.

Juan de la Cruz comentó solamente dos de sus poesías: Cántico Espiritual, -ambas redacciones-, y Llama de Amor viva, también en las dos redacciones.

Comentó parcialmente el poema En una Noche Oscura, y es que él mismo dice que “estos dichos no se pueden declarar con ninguna manera de palabras”. Sentía cierta repugnancia, pues no parece posible encorsetar dentro de una prosa, la libertad y elasticidad de un poema. Cada uno que lo entienda como pueda…Nos deja esa libertad.

Después de tres años en Segovia, en el 1591, vuelve a Andalucía. Se va a la Peñuela, un convento perdido. Ha tomado partido por la verdad, y esto le ha costado que él mismo sea tirado y dejado en un rincón. De nuevo Fray Juan solo y pobre, como su Señor…El se siente bien en esta soledad, “pues la anchura del desierto ayuda mucho al alma y al cuerpo”. Se le envió a Andalucía con el encargo de preparar viaje para las Indias; no era suficiente para sus detractores que se quedase lejos del gobierno central. Fray Juan presiente que no llegará a las Indias, siente que son otras “indias” las que le esperan. Las calenturillas del mes de septiembre le hacen salir de su soledad e ir a Úbeda.

Nada más llegar a Úbeda, se declara el mal en toda su fuerza: cinco llagas en el empeine del pie, que en forma de cruz le daban devoción. Rápidamente esa infección se extendió de tal manera que apenas podía moverse.

Al lado de ese cuadro clínico doloroso, le tocó arrostrar con santa paciencia la conducta del Prior; era uno de los que le hubieran mandado contento a las Indias…Se trataba de la última noche de fray Juan; sólo él podía vivirla, porque estas cosas la mayoría de las veces “no las hacen los hombres sino la mano providente de Dios”, como había dicho el mismo Juan. El Prior se convirtió y todos los que estaban a su lado eran conscientes de que se estaba muriendo un santo, pero a él ya no le importaba lo que de él pensaran.

Cuando llega el momento de la recomendación del alma y el Prior echa mano del ritual el enfermo le dice: “Dígame, Padre ,de los Cantares que eso no es menester”. Antes había pedido, como limosna, el hábito, pues él era pobre y no tenía con que enterrarse. Continuamente pregunta la hora y cuando le dicen que están tocando las doce, la hora de maitines dice: “Gloria a Dios, que al Cielo los iré a decir…”

No ha habido congojas ni contorsiones de agonía. El rostro antes trigueño, queda blanco, transparente de luminosidad, y el cuerpo, lleno de llagas, comienza a despedir olor de rosas. Es el 14 de Diciembre de 1591.

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