CÓMO VIVIMOS

   Cuando la Madre Teresa de Jesús da comienzo a su obra fundacional, lo hace desde una escucha profunda a todo lo que ella vive y experimenta. No se trata de organizar un tiempo para cada cosa. Para ella es esencial que sus comunidades no vivan  a trozos, en una constante ruptura: un tiempo de oración, un tiempo de trabajo, un tiempo de relación, un tiempo de soledad. 

  Se trata de vivir todo ello en la conciencia profunda de saberse y experimentarse vocacionada.

Todo tiempo es tiempo de vivir vocacionalmente, tal vez sea este el secreto de esa síntesis de vida que la Madre Teresa nos deja plasmada en sus escritos, principalmente en el libro Camino de Perfección, manual para una Carmelita Descalza.

Teresa no funda comunidades para que recemos juntas. Ella siente que la comunicación espiritual entre las hermanas, reunidas para poder hablar «en Dios» (con él y de él), es decir, para orar y comunicarnos, es el fundamento de sus comunidades. Ésta es, en concreto, la misión de sus carmelitas: aportar a la Iglesia de todos los tiempos experiencia de Dios y comunión fraterna.

La vida, toda la vida, es el ámbito donde Dios se revela y donde una carmelita es carmelita. No hay compartimentos en nuestra vida.

  «No hablar sino en Dios, este es vuestro trato y lenguaje…. Por eso aconsejaría yo a los que tienen oración procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo….»

 

 

Teresa antes de escribir normas, ha experimentado la vida y ella misma ha ido corrigiendo, cambiando aquello que no respondía a esa unificación de vida que ella buscaba. Así logra esa síntesis entre soledad y vida común; trabajo y oración, sin ruptura de tiempos.

 

 

El Carmelo, es pues, una casa de experiencia, de comunicación espiritual.

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