Me llamo Javier, estoy casado y soy padre de dos hijos. Considero que tengo una vida normal, con mi trabajo, mis relaciones sociales… Con muchos momentos felices y también, con momentos de dificultad, de problemas y de desiertos. Todos esos momentos los intento vivir con Dios, mi Señor Jesús, que me llamó hace ya muchos años para que fuera de los suyos, y a quien intento seguir de la manera más honesta posible, y con todo mi amor.
Para mí las tardes de oración son momentos para poder estar a solas con este Jesús, a quien amo profundamente. Voy, sediento, a beber de su fuente de amor, la fuente que llena mi vida de su vida. Le pido que me deje estar junto a él, cerca, muy cerca, aunque no me lo merezca.
Puedo llorar, junto a él, las tristezas de mi corazón, y sentir que me acoge y me consuela. Festejo con él tantos gozos y alegrías de la vida que él me regala con abundancia.
Escucho a santa Teresa de Jesús y a san Juan de la Cruz, y experimento que sus vivencias son las que yo quiero vivir, y que son las que Dios me quiere dar, las que nos quiere dar a todos, sin excepción. Son momentos para sentirme familia y sentirme Iglesia con las hermanas Carmelitas Descalzas, mis queridas hermanas, y con todas las personas que allí nos reunimos para adorar a nuestro Dios.